Vengo observando con preocupación que hay demasiada gente que no quiere oírnos hablar de Bildu y/o de las víctimas de ETA. Cada vez que pongo un post en mi página de Facebook, entran a escribir un montón de habituales que me recriminan lo “pesada” que me pongo con este asunto, o que me piden, lisa y llanamente, que les deje en paz, que nos callemos y que ”lo arreglemos”.
Es curioso lo que ocurre en nuestro país… Tanta gente empeñada en hablar de la Guerra Civil, en revisar lo que ocurrió entonces, en responsabilizar nuevamente a los culpables, en buscar culpables nuevos, en abrir heridas, en no cerrar viejas disputas… que no quieren saber nada de lo que nos está pasando ahora mismo. Tanta gente dispuestísima a levantar tumbas y abrir fosas del pasado que nos pide que enterremos la ignominia del presente, que olvidemos la indignidad, que olvidemos a las víctimas, que hagamos borrón y cuenta nueva… En suma, que les dejemos en paz.
Lo entiendo. No es más que pura cobardía, puro individualismo, puro egoísmo. No quieren que les interpelemos, que les obliguemos a tomar conciencia de lo que está ocurriendo, porque entonces no podrán dejar de intervenir, de tomar posición. No quieren que les demos la mala noticia de que ETA no mata porque ha conseguido sus objetivos políticos y, por tanto, no necesita arriesgarse a que les detengan. No quieren que les recordemos que ETA es una organización totalitaria que utiliza el terror y el crimen para poder destruir las instituciones democráticas y la sociedad plural; y que si consigue sus objetivos sin asumir ningún riesgo para su vida o su integridad, pues miel sobre hojuelas.
Las gentes “buenas y benéficas” que pueblan nuestra piel de toro quieren seguir recibiendo buenas noticias: todo va bien, ETA ya no mata, ha llegado la paz. Las buenas gentes no quieren que les recordemos que nuestra lucha, la de los centenares de ciudadanos españoles que han sido asesinados por esa banda terrorista y totalitaria, no murieron por esta paz en la que ETA consigue sus objetivos de reescribir la historia, de que no haya vencedores y vencidos, de que víctimas y verdugos pasen a ser, por igual, parte y consecuencia del “conflicto”. Los ochocientos cincuenta y siete ciudadanos asesinados por ETA, sus viudas, sus madres, sus padres, sus hermanos sus huérfanos…. Fueron y son victimas por defendernos de los totalitarios, por defender la democracia y la libertad. No la paz de los cementerios; no la paz de ETA sino la libertad de la democracia. La libertad y el triunfo de la ley. La libertad y la derrota de ETA.
No quieren que se lo recordemos. Prefieren ser como los alemanes que no olían el humo de los campos de exterminio, que no se daban cuenta de los vecinos que desaparecían de sus escaleras, que no veían las tiendas apedreadas, que no notaban las ausencias de sus profesores, sus amigos judíos o polacos, o comunistas, u homosexuales… Las buenas gentes de la España de hoy prefieren creerse las versiones de los que nos cuentan el cuento de que esto era la paz, que todos tenemos que ceder para conseguirlo, que para esto murieron nuestros escudos, que para esto sufrimos pesadillas, que hay que ser generosos con los verdugos, que ellos también sufren…
Pues frente a las versiones, los hechos. No hemos luchado para esto, para que nos gobiernen desde las instituciones los enemigos de la democracia. No hemos luchado para que reescriban la historia los asesinos. No hemos sufrido para que haya borrón y cuenta nueva, para que no haya vencidos, para que los vencidos no sean los terroristas y los enemigos de la democracia. No hemos sufrido para que las víctimas deban callar. No hemos sufrido para que las buenas gentes, aquellas que ni siquiera tienen consciencia de que ochocientos cincuenta y siete conciudadanos suyos fueron asesinados por ETA para defenderles a ellos mismos- nos manden callar. Ni vamos a callar, ni vamos a olvidar. No hasta que derrotemos a los fanáticos y avergoncemos a los tibios. No hasta que sean las víctimas las que salen orgullosas por las calles y los verdugos los que se avergüenzan de lo que hicieron. No hasta que las madres huérfanas nos digan:”No habéis dejado solos a los muertos”.
Nuevamente Levi: Puesto que comprender es imposible, recordar es un deber. Un deber que yo cumpliré mientras tenga vida.
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