La triple crisis que vive España (económica, política y social) ha tenido dos efectos inesperados sobre la opinión pública española. Por una parte, se ha generado un amplio consenso sobre las problemas particulares que hacen que los españoles estemos sufriendo más que la mayoría de nuestros vecinos europeos. Una gran mayoría entiende que el modelo territorial del Estado ha jugado un papel muy negativo. En el Estado de las autonomías han proliferado las administraciones paralelas, los organismos inútiles y el gasto superfluo. Cuestiones como el mapa municipal, la devolución de competencias al Estado o la eliminación de todo gasto sin justificar forman hoy parte cotidiana del debate nacional. Lo que antes era objeto de tribunas eruditas y análisis académicos se discute hoy en todos los hogares y oficinas, en todas las calles y plazas de España. A qué punto habremos llegado para que incluso dirigentes nacionalistas expertos en generar redes de organismos inútiles hablen ya de recortar en lo superfluo.
08/03/2012 Rosa Díez, UPyD, pide refundar el Estado, Rajoy dice que "quizás" y Montoro dice que no.
Por otra parte, los ciudadanos no hacen responsable de la situación únicamente a un diseño institucional heredado de la Transición, sino a unos partidos políticos que no sólo no han mostrado ninguna voluntad de reformarlo, sino que se han adaptado a él y le han sacado el máximo provecho particular. Si las políticas de PP y PSOE contra la crisis están fracasando, si le resultan a una mayoría de ciudadanos prácticamente intercambiables, es porque se limitan a recortar en derechos y prestaciones mientras sabotean cualquier propuesta de reforma en profundidad. Obviamente, los ciudadanos han tomado nota. El bipartidismo español parecía tener cimientos de hormigón armado, y además estaba apuntalado por sus socios a tiempo parcial: los nacionalistas. Sin embargo, la realidad de la crisis ha puesto de manifiesto que es parte del problema y, sobre todo, que es incapaz de formar parte de la solución.
La suma de PP y PSOE cayó diez puntos y medio entre las elecciones de marzo de 2008 y las de noviembre de 2011, y las encuestas posteriores reflejan que la tendencia se acentúa. La publicada hoy por la Cadena Ser (que va en la línea de las de otros medios y organismos) refleja que la caída de los dos mayoritarios llegaría hoy casi a los 28 puntos (del 83,81% al 55,9%). Este deterioro del bipartidismo (que empieza a parecerse a una debacle) no beneficia a los partidos nacionalistas (tan responsables como los dos grandes, si no Mas, de la situación), sino a los partidos minoritarios, y entre ellos muy singularmente a Unión Progreso y Democracia. El sondeo de la Ser acaba de situar a UPyD por primera vez como la tercera fuerza política del país con un 13% de los votos si hoy se celebraran elecciones, lo que significaría que multiplicaría casi por tres su resultado de hace menos de diez meses.
Es un resultado lógico: UPyD defiende la reforma de la Constitución y la revisión del modelo de Estado desde su fundación en 2007, es decir, meses antes de que comenzara la crisis y un año antes de que se revelara en toda su crudeza. Al hecho de que hoy se hable sin tapujos de devolución de competencias clave, de refundar el Estado, de fusionar municipios, de mayor transparencia, de una Justicia independiente... que se hable, en definitiva, de regenerar la democracia, y que se entienda que el problema económico y social no se puede separar delproblema político, a este hecho, ha contribuido decisivamente UPyD. Con una constante labor de pedagogía política, con el trabajo incansable de sus voluntarios, de sus cargos públicos, con su empeño por desterrar el sectarismo, por aplicar el sentido común a favor de una idea ambiciosa de democracia, UPyD ha facilitado la construcción del consenso social en torno a la crisis. En realidad esta es una buena noticia. Las encuestas no muestran una sociedad dividida, antes al contrario: quizás esté más unida que nunca. Lo que muestran es una ruptura creciente entre los españoles y los partidos tradicionales. Si éstos no rectifican se van a llevar una sorpresa: que España no es el país sectario que ellos creían y que los españoles sabemos que es más lo que nos une que lo que nos separa.
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